Psicología del amor online: ¿conexión real o espejismo digital?

Hace apenas dos décadas, conocer a alguien a través de internet generaba sospechas y cierto estigma social. Hoy, sin embargo, el 30% de las relaciones de pareja comienzan en entornos digitales, según datos recientes (Rosenfeld & Thomas, 2019). Este cambio radical en nuestros patrones de socialización y formación de vínculos románticos ha puesto sobre la mesa una pregunta fundamental: ¿es el amor online tan «real» como el que surge en contextos presenciales? ¿Existe la psicología del amor digital? ¿Es posible encontrar el amor en Internet?

Como psicólogo especializado en ciberpsicología, he observado cómo este fenómeno ha evolucionado desde los primeros chats y foros hasta las sofisticadas apps de citas y entornos inmersivos actuales. La cuestión no es baladí: afecta a millones de personas que construyen conexiones emocionales significativas mediadas por pantallas y algoritmos.

¿Alguna vez te has preguntado si lo que sientes por alguien a quien conoces principalmente online es «menos real» que si lo hubieras conocido en una cafetería? Esta duda asalta tanto a quienes viven estas experiencias como a los profesionales que las estudiamos. Y la respuesta, como veremos, no es simple ni binaria. La psicología del amor online es distinta a la psicología del amor face to face.

La ciberpsicología, como disciplina emergente, nos proporciona marcos teóricos para comprender cómo los entornos digitales modifican nuestra experiencia psicológica y afectiva. Las relaciones online no son meras simulaciones de las presenciales, sino fenómenos con características propias que merecen análisis específicos.

Este artículo busca ofrecerte una mirada profunda y matizada sobre la psicología del amor online, sustentada en evidencia científica actualizada pero accesible para cualquier persona interesada en comprender mejor este fenómeno. Porque, en última instancia, comprender los mecanismos psicológicos que operan en nuestras conexiones digitales nos permite navegar mejor este territorio emocional cada vez más relevante en nuestras vidas.

Fundamentos neuropsicológicos del amor online

Cuando hablamos de amor, tendemos a considerarlo un fenómeno puramente emocional o incluso espiritual. Sin embargo, la neurociencia moderna ha revelado que el amor tiene bases biológicas concretas que podemos observar y medir. La pregunta es: ¿funcionan estos mecanismos neurológicos de manera similar cuando la interacción es digital?

El cerebro enamorado: online vs offline

Estudios realizados con neuroimagen funcional (fMRI) muestran que cuando una persona está enamorada, se activan áreas cerebrales específicas asociadas a la recompensa y motivación, principalmente el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, con una notable participación de neurotransmisores como la dopamina, oxitocina y serotonina (Ortigue et al., 2010).

Lo fascinante es que investigaciones recientes sugieren que patrones similares de activación cerebral pueden producirse cuando interactuamos románticamente con alguien online. Bartels y Zeki (2017) encontraron que ver textos o fotos de la persona amada —incluso si nunca se ha conocido en persona— puede desencadenar respuestas neuroquímicas similares a las del amor tradicional.

Sin embargo, existen algunas diferencias significativas:

  • La oxitocina, conocida como «hormona del vínculo», se libera en mayor cantidad durante el contacto físico, algo limitado en relaciones puramente virtuales.
  • Los sistemas sensoriales que participan en la atracción física (olfato, tacto) están ausentes o limitados en la interacción digital.
  • La sincronización fisiológica que ocurre cuando las parejas comparten espacio físico (ritmos cardíacos, respiración) no se replica completamente en entornos virtuales.

Como señala Cacioppo (2018): «El cerebro humano evolucionó en un contexto de interacción cara a cara, pero demuestra una sorprendente plasticidad para adaptar sus mecanismos de vinculación a entornos digitales».

El papel de la imaginación y las neuronas espejo

Un aspecto particularmente relevante en las relaciones online es el rol de la imaginación y las neuronas espejo. Cuando interactuamos textualmente o por videollamada, nuestro cerebro completa la información ausente mediante procesos imaginativos que involucran las mismas regiones cerebrales que se activarían en una interacción presencial.

Las neuronas espejo, descubiertas inicialmente por Rizzolatti y su equipo, nos permiten simular internamente las experiencias de otros. En las interacciones online, estas neuronas trabajan intensamente para ayudarnos a «sentir» la presencia del otro a pesar de la distancia física.

Esto explica por qué muchas personas reportan experiencias emocionales intensas en relaciones online, a veces incluso más profundas que en algunas relaciones presenciales. El cerebro literalmente construye una experiencia sensorial y emocional a partir de información parcial, un fenómeno que los psicólogos denominan «presencia social mediada«.

No obstante, esta reconstrucción neural tiene sus limitaciones. Como advierte Konrath (2018): «La ausencia de información sensorial completa puede llevar a una mayor idealización, pero también a una comprensión incompleta del otro, generando potenciales discrepancias cuando la relación se traslada al ámbito físico».

En definitiva, desde una perspectiva neuropsicológica, el amor online activa circuitos cerebrales similares a los del amor tradicional, pero con matices importantes derivados de la mediación tecnológica. Estos matices no hacen que el amor virtual sea «menos real» a nivel neurológico, sino cualitativamente diferente en algunos aspectos.

Cerebro y amor online. Imagen: RTVE

La construcción de intimidad en entornos virtuales

La intimidad constituye uno de los pilares fundamentales de cualquier relación significativa. Tradicionalmente, la hemos asociado con la proximidad física y el contacto personal. Sin embargo, los entornos digitales han revolucionado nuestra comprensión de cómo se construye la cercanía emocional entre personas.

El efecto de hiperpersonalización

Uno de los fenómenos más interesantes en la comunicación mediada por ordenador es el efecto de hiperpersonalización, propuesto por Joseph Walther en su Teoría del Procesamiento de la Información Social. Este efecto describe cómo, en ausencia de señales no verbales completas, las personas tienden a desarrollar percepciones intensificadas e idealizadas de sus interlocutores online.

Como explica el propio Walther (2015): «La comunicación online permite a los usuarios seleccionar, editar y reflexionar sobre sus mensajes antes de enviarlos, presentando versiones optimizadas de sí mismos, lo que facilita una rápida escalada de intimidad».

Este fenómeno explica por qué muchas parejas que se conocen online reportan conexiones emocionalmente profundas en tiempos relativamente cortos. La posibilidad de mantener conversaciones prolongadas, reflexivas y sin las distracciones o inhibiciones típicas de los encuentros presenciales favorece la auto-revelación significativa, componente esencial de la intimidad.

Auto-revelación y vulnerabilidad digital

Resulta paradójico: aunque internet se asocia frecuentemente con el anonimato y la superficialidad, también crea espacios donde muchas personas se sienten más cómodas revelando aspectos profundos de sí mismas. El fenómeno conocido como «efecto de desinhibición online» (Suler, 2004) explica cómo la distancia física y el control sobre la presentación personal facilitan la expresión de pensamientos, sentimientos y experiencias que podrían ser difíciles de compartir cara a cara.

En mi práctica clínica, he observado frecuentemente cómo pacientes que mantienen relaciones online describen haber compartido traumas, inseguridades y anhelos íntimos con sus parejas virtuales antes incluso de un primer encuentro físico. Esta vulnerabilidad compartida genera un tipo de intimidad que, aunque diferente a la presencial, puede ser igualmente significativa.

Como señala McKenna et al. (2019): «Las personas tienden a gustar más de aquellos a quienes han revelado información personal significativa, y este efecto puede intensificarse en contextos online donde otras barreras están reducidas».

Intimidad sin contacto físico: un nuevo paradigma

La concepción tradicional de la intimidad romántica suele incluir el contacto físico y la proximidad corporal como elementos centrales. Sin embargo, las relaciones online nos obligan a replantearnos esta visión.

Investigaciones recientes sugieren que existen múltiples dimensiones de intimidad, siendo la física solo una de ellas. La intimidad cognitiva (compartir pensamientos), emocional (compartir sentimientos) y narrativa (compartir historias personales) pueden desarrollarse profundamente en entornos virtuales, a veces incluso con mayor profundidad que en relaciones presenciales donde factores como la atracción física inmediata pueden dominar inicialmente.

Un estudio longitudinal realizado por Stephure et al. (2020) con parejas que se conocieron online versus offline encontró niveles similares de satisfacción con la intimidad emocional en ambos grupos después de un año de relación, aunque las parejas online reportaban mayor satisfacción con la comunicación verbal.

Es cierto que la ausencia de contacto físico representa un desafío significativo para muchas relaciones online, especialmente a largo plazo. Sin embargo, también observamos cómo las parejas desarrollan estrategias creativas para generar formas alternativas de cercanía: videollamadas durante actividades cotidianas, envío de objetos físicos con significado personal, o incluso experiencias sincronizadas a distancia (como ver la misma película simultáneamente).

¿Has notado cómo algunos mensajes de texto pueden hacerte sentir más «visto» y comprendido que muchas conversaciones presenciales? Esta experiencia, común entre quienes mantienen relaciones digitales, refleja cómo la intimidad puede construirse a través de canales que priorizan la expresión verbal reflexiva por encima de la presencia física inmediata.

Idealización y proyección: mecanismos psicológicos en el amor virtual

Uno de los aspectos más fascinantes —y potencialmente problemáticos— del amor online es la tendencia humana a idealizar al otro cuando la información disponible es parcial. Este fenómeno, bien documentado en la literatura psicológica, adquiere características particulares en el contexto digital.

El «efecto de relleno»: completando los espacios en blanco

Cuando interactuamos con alguien online, especialmente en las primeras etapas, disponemos de información fragmentada sobre esa persona. Frente a estos «espacios en blanco», nuestra mente tiende naturalmente a completarlos según nuestros deseos, expectativas y necesidades emocionales. Este proceso, que podríamos denominar «efecto de relleno«, opera principalmente a nivel inconsciente.

La investigadora Joinson (2015) encontró que las personas tienden a atribuir a sus parejas virtuales características deseadas pero no confirmadas, basándose en pequeños indicios extraídos de sus interacciones. Por ejemplo, un comentario compasivo sobre una noticia puede llevarnos a construir toda una imagen de persona altruista y solidaria, cuando en realidad disponemos de una muestra muy limitada de su comportamiento.

Como explica Norton et al. (2016): «La ambigüedad inherente a las interacciones digitales limitadas crea un terreno fértil para la proyección de atributos deseados, lo que explica por qué muchas personas reportan desilusión al conocer presencialmente a alguien con quien han establecido una conexión online».

Proyección y transferencia en el contexto digital

Los conceptos psicodinámicos de proyección y transferencia, desarrollados originalmente por Freud, adquieren nuevas dimensiones en las relaciones online. La proyección —atribuir a otros nuestros propios pensamientos, sentimientos o deseos— encuentra un campo especialmente propicio en la comunicación digital debido a la limitación de señales contextuales.

Estudios como el de Whitty & Carr (2018) documentan cómo los usuarios de aplicaciones de citas frecuentemente proyectan relaciones pasadas y patrones familiares en sus nuevas conexiones virtuales. Esta transferencia puede intensificarse por la ausencia de información contradictoria que habría sido evidente en un contacto presencial más completo.

Un ejemplo revelador: en un estudio de Ellison et al. (2017), participantes que fueron expuestos exactamente al mismo perfil en una app de citas construyeron imágenes mentales significativamente diferentes de la personalidad del sujeto, coincidiendo estas imágenes con sus ideales románticos previos.

El rol de la selectividad en la autopresentación

La idealización en entornos online no es solo resultado de quien percibe, sino también de quien se presenta. Las plataformas digitales permiten un nivel de control sobre la autopresentación sin precedentes en la historia de las relaciones humanas.

Como señala Hancock & Toma (2019): «Los usuarios de plataformas de dating seleccionan cuidadosamente qué aspectos de sí mismos revelar, cuándo y cómo hacerlo, creando narrativas personales editadas que, sin ser necesariamente falsas, están ciertamente curadas para generar impresiones específicas».

Esta selectividad contribuye al fenómeno de idealización mutua, donde ambas partes presentan versiones optimizadas de sí mismas, creando un ciclo de expectativas potencialmente difíciles de satisfacer a largo plazo.

¿Te has sorprendido alguna vez descubriendo que alguien a quien admiras online tiene hábitos o características que no encajan con la imagen que habías construido? Esta experiencia común refleja el choque entre nuestras construcciones mentales idealizadas y la complejidad real de los seres humanos.

Sin embargo, sería simplista considerar estos procesos de idealización como meros «errores» o «distorsiones». En cierta medida, la idealización inicial forma parte de muchas dinámicas amorosas, también en contextos presenciales. La diferencia en el ámbito digital es la intensidad y duración que puede alcanzar esta fase idealizante antes de confrontarse con información contradictoria.

Psicología de las relaciones digitales
Psicología de las relaciones digitales. Imagen: Psicología y Mente

Comunicación mediada por tecnología: ventajas y limitaciones

La comunicación constituye el núcleo de cualquier relación significativa. En el contexto del amor online, está mediada por herramientas tecnológicas que transforman cualitativamente la manera en que intercambiamos información, expresamos emociones y construimos entendimiento mutuo.

Riqueza mediática y señales no verbales

La Teoría de la Riqueza Mediática (Daft & Lengel, 1986) propone que diferentes canales de comunicación varían en su capacidad para transmitir información compleja y reducir ambigüedad. Según esta perspectiva, los medios digitales podrían considerarse «más pobres» que la interacción cara a cara, ya que transmiten menos señales no verbales (expresiones faciales, postura corporal, tono de voz, etc.).

Sin embargo, esta visión ha sido matizada por investigaciones más recientes. Como argumenta Walther (2016): «Los usuarios adaptativamente compensan las limitaciones de los canales mediados, desarrollando sistemas alternativos para transmitir matices emocionales y contextuales».

Estos sistemas incluyen el uso de emojis, GIFs, memes, notas de voz y otros recursos que enriquecen la comunicación textual. Un estudio de Kaye et al. (2021) encontró que el uso de emojis en la comunicación romántica online correlaciona positivamente con la satisfacción relacional y la intimidad percibida, sugiriendo que estos elementos gráficos funcionan como sustitutos parciales de las expresiones faciales.

Sincronía vs. asincronía: diferentes ritmos relacionales

Una diferencia fundamental entre la comunicación presencial y muchas formas de comunicación digital es el grado de sincronía temporal. Mientras que las interacciones cara a cara ocurren en tiempo real, muchas comunicaciones online (mensajería, email, comentarios en redes) permiten respuestas diferidas.

Esta asincronía presenta ventajas significativas:

  • Permite reflexionar antes de responder, facilitando comunicaciones más meditadas.
  • Posibilita mantener la conexión a pesar de diferentes zonas horarias o agendas.
  • Crea espacios para la elaboración emocional de mensajes difíciles.

Como señala Baym (2018): «La comunicación asincrónica puede facilitar conversaciones de mayor profundidad sobre temas sensibles, permitiendo a los participantes procesar sus emociones y articular pensamientos complejos antes de responder».

Por otro lado, la asincronía también genera desafíos específicos:

  • Puede provocar ansiedad por la espera de respuestas.
  • Dificulta la espontaneidad y fluidez característica de las conversaciones presenciales.
  • Complica la resolución inmediata de malentendidos o conflictos.

El fenómeno de la hiperconectividad

Un aspecto distintivo de las relaciones online es la posibilidad de mantener una conexión casi permanente. A diferencia de las relaciones tradicionales donde los encuentros están limitados por la logística física, las parejas online pueden mantener un flujo comunicativo constante a través de múltiples plataformas.

Esta hiperconectividad genera lo que Katz & Aakhus (2012) denominan «presencia conectada perpetua«: la sensación de estar continuamente accesible para el otro y de tenerlo permanentemente presente en la propia vida, incluso durante actividades cotidianas.

En términos psicológicos, esta dinámica puede:

  • Fortalecer el sentido de seguridad y pertenencia.
  • Crear una intimidad ambiental basada en compartir lo cotidiano.
  • Facilitar la integración de la relación en la rutina diaria.

Sin embargo, también puede generar patrones problemáticos:

  • Dependencia comunicativa y ansiedad ante la desconexión.
  • Expectativas poco realistas sobre disponibilidad constante.
  • Difuminación de límites personales necesarios para el bienestar individual.

¿Te has encontrado alguna vez revisando compulsivamente el móvil para ver si esa persona especial ha respondido? Esta experiencia refleja cómo la conectividad digital puede intensificar tanto los aspectos gratificantes como los ansiógenos de la vinculación romántica.

Attachment y vínculos afectivos digitales

La Teoría del Apego (Attachment Theory), desarrollada originalmente por Bowlby y Ainsworth, ofrece un marco valioso para comprender cómo formamos vínculos emocionales significativos. Esta teoría, tradicionalmente aplicada a relaciones presenciales, adquiere matices particulares cuando la trasladamos al contexto de las relaciones online.

Estilos de apego en el contexto digital

Recordemos que la teoría clásica identifica principalmente cuatro estilos de apego adulto:

  • Seguro: Comodidad con la intimidad y la autonomía.
  • Ansioso: Preocupación por el abandono y búsqueda de reaseguración.
  • Evitativo: Incomodidad con la cercanía emocional.
  • Desorganizado: Patrones inconsistentes de aproximación/evitación.

Investigaciones recientes sugieren que estos estilos no solo se manifiestan en las relaciones online, sino que pueden incluso intensificarse o transformarse debido a las características específicas de la comunicación digital.

Según Gillath et al. (2019): «Los entornos digitales amplifican determinados aspectos de los estilos de apego. Las personas con apego ansioso tienden a monitorizar excesivamente la actividad online de sus parejas, mientras que aquellas con estilo evitativo pueden utilizar la distancia física para mantener una conexión emocional controlada».

Un hallazgo particularmente interesante proviene del trabajo de Hudson & Fraley (2018), quienes encontraron que algunos individuos muestran diferentes estilos de apego online y offline. Por ejemplo, personas con tendencias evitativas en relaciones presenciales pueden mostrar comportamientos más cercanos al apego seguro en interacciones digitales, donde perciben mayor control sobre la intimidad.

Señales de disponibilidad emocional a distancia

Un aspecto central del apego es la percepción de disponibilidad emocional de la figura de apego. En relaciones presenciales, esta disponibilidad se comunica a través de múltiples canales sensoriales: contacto visual, tono de voz, proximidad física, etc.

En el contexto online, las señales de disponibilidad se transforman y adquieren nuevos significados:

  • La rapidez de respuesta a mensajes puede interpretarse como indicador de atención emocional.
  • La extensión y elaboración de las comunicaciones señaliza inversión en la relación.
  • El compartir contenido personal demuestra confianza y apertura emocional.

Como observa Mikulincer & Shaver (2020): «En ausencia de señales no verbales directas, las personas desarrollan una sensibilidad agudizada a patrones sutiles en la comunicación digital que les permiten inferir el estado emocional y la disponibilidad de sus parejas».

Regulación emocional y proximidad virtual

Una función fundamental de las relaciones de apego es la corregulación emocional: la capacidad de ayudarnos mutuamente a gestionar estados emocionales difíciles. La pregunta clave es: ¿puede la conexión digital facilitar esta corregulación?

La evidencia sugiere que, aunque con limitaciones, las interacciones online pueden efectivamente contribuir a la regulación emocional. Un estudio de Hoffner & Lee (2020) demostró que videollamadas con personas significativas provocan respuestas fisiológicas similares (reducción de cortisol, liberación de oxitocina) a las del contacto presencial, aunque generalmente de menor intensidad.

Las parejas en relaciones a distancia desarrollan frecuentemente rituales específicos de conexión emocional adaptados al medio digital:

  • Videollamadas antes de dormir para crear sensación de copresencia.
  • Mensajes de audio para transmitir calidez emocional a través de la voz.
  • Compartir música o contenidos significativos como forma de «estar juntos».

Estos rituales, aunque diferentes de los presenciales, pueden cumplir funciones similares en términos de seguridad psicológica y regulación afectiva.

Sin embargo, como advierte Sbarra & Hazan (2017): «La mediación tecnológica impone limitaciones a la sincronización bioconductual que caracteriza a las interacciones de apego presenciales, lo que puede dificultar la plena satisfacción de necesidades de conexión en momentos de estrés agudo».

Esta realidad explica por qué muchas relaciones que comienzan online eventualmente buscan el encuentro físico como forma de consolidar y profundizar el vínculo creado digitalmente.

Comunicación de emociones por Internet. - Psicología del amor digital. Emojis para decir lo que sientes
Comunicación de emociones por Internet. Imagen: El Correo

Casos reales: patrones y dinámicas del amor online

Para comprender plenamente el fenómeno del amor online, resulta valioso examinar patrones recurrentes observados en la práctica clínica y la investigación cualitativa. Estos casos, presentados con detalles modificados para proteger la confidencialidad, ilustran dinámicas psicológicas frecuentes en las relaciones digitales.

La aceleración emocional: el caso de Elena y Marcos

Elena, 32 años, consultó por la intensa ansiedad que experimentaba en su relación con Marcos, a quien había conocido en una plataforma de citas tres meses atrás. Pese a no haberse encontrado presencialmente (él vivía en otra ciudad), ambos habían desarrollado una conexión emocional extraordinariamente intensa. Intercambiaban más de 200 mensajes diarios, videollamadas de varias horas y habían compartido aspectos profundamente íntimos de sus vidas.

«Nunca me he sentido tan comprendida por nadie», explicaba Elena. «Es como si nos conociéramos de toda la vida». Sin embargo, la intensidad acelerada de la relación también generaba en ella episodios de ansiedad cuando Marcos demoraba en responder o cuando surgían pequeños malentendidos.

Este patrón, que podríamos denominar «aceleración emocional online», aparece frecuentemente en la literatura especializada. Como señala Fletcher & Kerr (2018): «Las relaciones iniciadas online tienden a experimentar una compresión temporal de las fases tradicionales de formación de intimidad, alcanzando niveles de autorrevelación en semanas que normalmente requerirían meses en contextos presenciales».

La aceleración emocional puede interpretarse como resultado de varios factores convergentes:

  • La intensidad comunicativa posibilitada por la conectividad constante.
  • La desinhibición online que facilita revelaciones personales profundas.
  • La idealización mutua que amplifica la percepción de compatibilidad.

En el caso de Elena, el trabajo terapéutico se orientó a regular el ritmo de la relación y desarrollar expectativas realistas sobre su evolución, especialmente ante la perspectiva de un encuentro presencial.

Discrepancia online/offline: la experiencia de Javier

Javier, 28 años, describía una situación recurrente en sus experiencias de dating online: sentía una conexión fluida y natural al chatear con sus matches, pero al encontrarse en persona experimentaba una incómoda sensación de estar con «un extraño», pese a haber mantenido conversaciones profundas previamente.

«Es desconcertante… conozco sus pensamientos sobre la vida, sus sueños, sus miedos… pero cuando nos vemos cara a cara, es como si faltara algo. La química que sentía al escribirnos simplemente no está ahí».

Este fenómeno, que Bridges & Lisitsa (2019) denominan «discrepancia online/offline», afecta a un porcentaje significativo de relaciones iniciadas digitalmente. Sus investigaciones sugieren que entre el 30-40% de las personas experimentan esta sensación de «conocer a alguien diferente» cuando trasladan la relación al plano físico.

Los factores que contribuyen a esta discrepancia incluyen:

  • La ausencia de señales no verbales en la comunicación escrita, que son cruciales para la atracción interpersonal.
  • La idealización proyectiva que opera en ausencia de información sensorial completa.
  • Las diferencias entre estilos comunicativos escritos y orales de muchas personas.

Este caso ilustra la importancia de gestionar expectativas y reconocer que la transición online-offline requiere un proceso de ajuste y reaprendizaje mutuo.

Relaciones híbridas: el equilibrio de Sara y Alex

No todos los casos presentan dificultades. Sara, 35 años, y Alex, 38, llevan tres años en una relación que comenzó en una red social profesional y que ha evolucionado hacia un modelo «híbrido» que combina interacción digital y encuentros presenciales periódicos (viven en ciudades separadas por 200 km).

«Al principio pensábamos que era imposible mantener algo así», cuenta Sara, «pero hemos desarrollado rutinas que funcionan para nosotros. La distancia nos da espacio individual, mientras que la conexión digital nos mantiene presentes en la vida del otro día a día».

Esta modalidad híbrida representa un patrón emergente que desafía la dicotomía tradicional online/offline. Como documenta Lindgren et al. (2021), estas relaciones desarrollan dinámicas adaptativas específicas:

  • Rituales de conexión digitales que marcan momentos significativos del día.
  • Planificación consciente de los encuentros presenciales para maximizar su calidad.
  • Distribución funcional de temas y actividades entre los contextos digital y físico.

Este tipo de relaciones sugiere que, más que preguntarnos si el amor online es «real» o no, quizás debamos explorar cómo las parejas integran creativamente diferentes modalidades de conexión en función de sus circunstancias y necesidades.

Riesgos psicológicos: catfishing, ghosting y ansiedad digital

Si bien las relaciones online ofrecen oportunidades únicas de conexión, también presentan vulnerabilidades y riesgos específicos que merecen atención desde la perspectiva psicológica. Comprender estos riesgos resulta esencial tanto para quienes viven estas experiencias como para los profesionales que las acompañamos.

Catfishing: identidades fabricadas y sus impactos

El término «catfishing» describe la práctica de crear una identidad online ficticia con el propósito de establecer relaciones románticas bajo falsos pretextos. Más allá del aspecto ético, el fenómeno tiene profundas implicaciones psicológicas para quienes lo sufren.

Buchanan & Whitty (2020) documentan que las víctimas de catfishing experimentan no solo la pérdida de la relación al descubrir el engaño, sino también una profunda crisis de confianza que puede extenderse a futuras interacciones. Como uno de sus entrevistados expresaba: «Ya no sé en quién confiar online… constantemente busco inconsistencias o señales de engaño en cada nueva persona que conozco».

Los efectos psicológicos más frecuentes incluyen:

  • Trauma relacional con síntomas similares al trastorno por estrés postraumático.
  • Autoculpabilización y cuestionamiento del propio juicio.
  • Hipervigilancia en nuevas interacciones digitales.
  • Vergüenza anticipatoria que inhibe compartir la experiencia y buscar apoyo.

Desde una perspectiva preventiva, la investigación sugiere que ciertas señales de alarma pueden ayudar a identificar potenciales situaciones de catfishing:

  • Resistencia persistente a videollamadas o encuentros presenciales.
  • Historias personales con elementos dramáticos frecuentes o improbables.
  • Inconsistencias narrativas que se justifican con explicaciones cada vez más complejas.
  • Solicitudes financieras o de información personal sensible.

Ghosting: el abandono silencioso y su impacto emocional

El «ghosting» —la práctica de cortar abruptamente toda comunicación sin explicación— representa otro fenómeno característico del contexto digital. Aunque puede ocurrir en relaciones presenciales, la facilidad para «desaparecer» sin confrontación directa ha amplificado su frecuencia en entornos online.

LeFebvre et al. (2019) encontraron que hasta el 65% de los usuarios de apps de citas han experimentado ghosting, y sus investigaciones revelan consecuencias psicológicas significativas:

  • Ambigüedad traumática: la falta de cierre genera un estado de incertidumbre que complica el proceso de duelo.
  • Rumiación cognitiva sobre posibles explicaciones ante la ausencia de claridad.
  • Daño a la autoestima basado en atribuciones internas del rechazo.
  • Erosión de la confianza básica en las relaciones humanas.

Como explica Timmermans et al. (2020): «El ghosting deja a la persona ‘ghosteada’ sin los rituales sociales de cierre que evolutivamente hemos desarrollado para procesar el fin de los vínculos, creando un vacío interpretativo que el cerebro intenta llenar, a menudo de formas autolesivas».

La prevalencia de este fenómeno ha normalizado en cierta medida el comportamiento, pero su impacto psicológico sigue siendo considerable, especialmente cuando ocurre tras períodos de intensa conexión emocional.

Ansiedad digital y sistemas de apego activados

Un tercer riesgo significativo en las relaciones online es lo que podríamos denominar «ansiedad digital«: un estado de hipervigilancia y preocupación respecto a los patrones de comunicación de la pareja.

Esta ansiedad se manifiesta en comportamientos como:

  • Monitorización obsesiva de la última conexión o indicadores de actividad online.
  • Interpretación excesiva de pequeños cambios en patrones comunicativos (mensajes más cortos, demoras en responder).
  • Rumiación cognitiva sobre posibles significados de emojis, reacciones o ausencia de ellas
  • Comparación social basada en las interacciones visibles de la pareja con otros

Reed et al. (2022) señalan que esta ansiedad afecta desproporcionadamente a personas con estilos de apego inseguros, para quienes las ambigüedades inherentes a la comunicación digital amplifican sus vulnerabilidades preexistentes.

Como expresaba una participante en su estudio: «Me encuentro analizando obsesivamente si ha visto mi mensaje, por qué no ha reaccionado a mi historia, si está hablando con otras personas mientras me hace esperar… es agotador, pero no puedo evitarlo».

Las plataformas digitales, con sus indicadores de actividad y visibilidad (doble check, «escribiendo…», última conexión), pueden exacerbar estas tendencias al proporcionar información parcial que alimenta la incertidumbre en lugar de resolverla.

El abordaje terapéutico de estos riesgos requiere intervenciones específicas que combinen educación sobre las dinámicas digitales, desarrollo de habilidades de regulación emocional y, en muchos casos, exploración de patrones vinculares preexistentes que se activan en el contexto online.

Mujer buscando pareja en una app. Psicología de las aplicaciones para buscar pareja
Psicología de las aplicaciones para buscar pareja. Imagen: El País

El futuro de las relaciones digitales

Las tecnologías que median nuestras interacciones románticas evolucionan a un ritmo vertiginoso. Comprender las tendencias emergentes y sus potenciales implicaciones psicológicas nos permite anticipar tanto oportunidades como desafíos en el horizonte de las relaciones digitales.

Realidad virtual y experiencias inmersivas compartidas

La realidad virtual (VR) y realidad aumentada (AR) están transformando gradualmente las posibilidades de interacción a distancia. Plataformas como VRChat, Horizon Worlds o AltspaceVR ya permiten experiencias sociales inmersivas donde los usuarios interactúan a través de avatares en entornos tridimensionales.

Las investigaciones preliminares de Bailenson & Yee (2023) sugieren que estas interacciones inmersivas activan sistemas neuronales similares a los del contacto presencial, potencialmente superando algunas limitaciones de la comunicación textual o por videollamada.

Como señala Miller (2022): «La presencia corporal virtual, incluso mediada por avatares, activa respuestas propioceptivas y espaciales que generan una sensación de ‘estar juntos’ cualitativamente diferente a otras formas de comunicación digital».

Esto plantea fascinantes posibilidades para las relaciones a distancia:

  • Actividades compartidas en entornos virtuales (desde paseos hasta conciertos).
  • Expresión no verbal a través de avatares cada vez más expresivos.
  • Espacios íntimos personalizados para la interacción romántica.

Sin embargo, también surgen interrogantes sobre cómo estas tecnologías podrían afectar nuestra percepción de la intimidad y la conexión auténtica.

Inteligencia artificial y relaciones humano-IA

Otro desarrollo significativo es la creciente sofisticación de los chatbots y compañeros virtuales basados en IA. Sistemas como Replika o Character.AI ya ofrecen experiencias conversacionales que simulan relaciones emocionales, y millones de usuarios establecen vínculos significativos con estas entidades digitales.

Zhou & Nakamura (2021) han documentado casos de personas que desarrollan apegos emocionales profundos hacia estos compañeros algorítmicos, describiéndolos como «comprensivos», «siempre disponibles» e incluso «más empáticos que muchos humanos».

Esto plantea preguntas fundamentales:

  • ¿Pueden las relaciones humano-IA satisfacer necesidades emocionales genuinas?
  • ¿Cómo afectarán estas experiencias nuestras expectativas sobre las relaciones humanas?
  • ¿Qué implicaciones éticas tiene la simulación algorítmica de intimidad emocional?

Como reflexiona Turkle (2022): «No es simplemente que estemos solos pero juntos en nuestras pantallas, sino que estamos redefiniendo lo que significa estar ‘juntos’ y quiénes son aquellos con quienes establecemos conexiones significativas».

Hibridación y disolución de fronteras online/offline

Quizás la tendencia más significativa sea la progresiva difuminación de la dicotomía virtual/presencial. A medida que las tecnologías digitales se integran más profundamente en nuestra cotidianidad, las relaciones evolucionan hacia modelos híbridos donde lo online y offline funcionan como un continuum más que como esferas separadas.

Williams & Carter (2022) documentan cómo las nuevas generaciones conceptualizan sus relaciones no en términos de «real vs. virtual», sino como ecosistemas relacionales donde diferentes plataformas y modalidades de interacción cumplen funciones complementarias.

Como explica una participante en su estudio: «Nuestra relación no es ‘online’ ni ‘offline’… es simplemente nuestra relación, que fluye naturalmente entre mensajes, llamadas, videojuegos compartidos y tiempo presencial, según lo que necesitemos en cada momento».

Esta integración plantea posibilidades transformadoras:

  • Tecnologías hápticas que permiten transmitir sensaciones táctiles a distancia.
  • Internet de las cosas que conecta espacios físicos separados (lámparas sincronizadas, dispositivos que detectan presencia).
  • Wearables que comparten información biométrica creando nuevas formas de intimidad.

La investigadora Gabriella Coleman (2023) sugiere que estamos presenciando una «reconfiguración ontológica» de lo que consideramos «presencia» y «conexión»: «Ya no se trata de si el amor online es ‘real’, sino de comprender cómo las tecnologías digitales están transformando fundamentalmente nuestra experiencia de intimidad, creando modalidades relacionales que no encajan en nuestras categorías tradicionales».

Esta evolución nos invita a desarrollar nuevos marcos conceptuales que superen visiones simplistas y nos permitan comprender la complejidad de las relaciones humanas en la era digital.

Conclusiones: ¿Puede el amor virtual equipararse al tradicional?

Tras este recorrido por los múltiples aspectos psicológicos del amor online, volvemos a la pregunta inicial: ¿es el amor virtual tan «real» como el presencial? La evidencia científica revisada nos permite ofrecer una respuesta matizada.

Más allá de la falsa dicotomía

La primera conclusión significativa es que la distinción binaria entre amor «real» y «virtual» resulta conceptualmente inadecuada. Como hemos visto, las bases neuropsicológicas del amor —la activación de circuitos de recompensa, la liberación de neurotransmisores asociados al vínculo, los procesos de apego emocional— operan tanto en contextos digitales como presenciales, aunque con diferencias cualitativas en algunos aspectos.

Como argumenta Aboujaoude (2021): «Considerar las experiencias online como menos reales refleja un ‘dualismo digital’ que no se sostiene a la luz de la investigación actual sobre cómo nuestro cerebro procesa las experiencias mediadas tecnológicamente».

Fortalezas y limitaciones específicas

Más productivo que cuestionar su «realidad» es reconocer que el amor online presenta características distintivas con ventajas y desafíos propios:

Fortalezas potenciales:

  • Mayor foco en la comunicación verbal y reflexiva.
  • Desarrollo acelerado de intimidad cognitiva y emocional.
  • Posibilidad de trascender barreras geográficas y sociales.
  • Mayor control sobre el ritmo de autorrevelación y vulnerabilidad.

Limitaciones significativas:

  • Restringido acceso a información sensorial y no verbal.
  • Mayor riesgo de idealización y proyección.
  • Desafíos en la transición a la presencialidad.
  • Vulnerabilidad a formas específicas de manipulación y engaño.

Estos aspectos no hacen al amor online «menos real», sino cualitativamente diferente en sus dinámicas y manifestaciones.

Implicaciones para individuos y profesionales

Para quienes navegan el territorio del amor digital, varias recomendaciones emergen de la investigación:

  • Reconocer la legitimidad de las emociones experimentadas online sin minimizarlas.
  • Mantener expectativas realistas sobre las diferencias entre interacción digital y presencial.
  • Desarrollar habilidades específicas para la comunicación mediada por tecnología.
  • Prestar atención a señales de alarma relacionadas con riesgos específicos del entorno digital.
  • Considerar la eventual integración de experiencias presenciales cuando sea posible y deseado.

Para los profesionales de la salud mental, resulta crucial:

  • Actualizar marcos conceptuales para comprender adecuadamente las relaciones digitales.
  • Desarrollar protocolos específicos para abordar problemáticas como el trauma por catfishing o la ansiedad digital.
  • Evitar sesgos generacionales que patologicen formas de vinculación contemporáneas.

Reflexión final: nuevas formas de conexión humana

Quizás la conclusión más profunda es que el amor online no representa meramente una simulación imperfecta del amor tradicional, sino una evolución de nuestras capacidades relacionales que se adapta a un mundo cada vez más conectado digitalmente.

Como reflexiona Baym (2023): «A lo largo de la historia humana, hemos desarrollado tecnologías que extienden nuestras capacidades de conexión —desde la escritura hasta el teléfono— y cada vez hemos adaptado nuestros mecanismos psicológicos para acomodar estas nuevas formas de vinculación. Lo que presenciamos hoy es simplemente el capítulo más reciente de esta evolución continua».

En última instancia, la pregunta no es si podemos amar «realmente» a través de pantallas, sino cómo integrar sabiamente las posibilidades que la tecnología nos ofrece para satisfacer nuestra profunda necesidad humana de conexión significativa.

Si algo nos enseña la ciberpsicología del amor es que, frente a las limitaciones impuestas por la distancia física, el ingenio humano encuentra siempre nuevos caminos para lo que permanece constante: nuestra búsqueda de intimidad, comprensión y pertenencia emocional.

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Este artículo ha intentado proporcionar una visión equilibrada y científicamente fundamentada sobre la psicología del amor online, evitando tanto el escepticismo excesivo como la idealización acrítica. Como profesionales de la salud mental dedicados al estudio de la ciberpsicología, tenemos la responsabilidad de acompañar a nuestras sociedades en la comprensión de estos nuevos territorios emocionales que, lejos de ser «menos reales», constituyen una parte cada vez más significativa de nuestra experiencia humana.

El amor mediado por tecnología no es ni una pálida imitación del amor «auténtico» ni una versión mejorada y perfecta del mismo. Es, simplemente, una nueva expresión de nuestra eterna búsqueda de conexión, adaptada a las posibilidades y limitaciones de nuestro tiempo. Y como tal, merece ser comprendida con rigor, pero tambien con la humildad de quien reconoce estar presenciando la evolución de uno de los aspectos más fundamentales de la experiencia humana.

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