Imagina que estás respondiendo un correo electrónico mientras escuchas una reunión por Zoom, revisas WhatsApp en tu móvil y mentalmente preparas la lista de la compra. Te sientes productivo, ¿verdad? Pues tengo malas noticias: tu cerebro multitarea no existe. O más bien, lo que llamamos multitarea es en realidad un espejismo cognitivo que está costándote más de lo que crees. Un estudio reciente sugiere que las personas que se consideran «buenas» haciendo multitarea son, paradójicamente, las que peor rendimiento obtienen en pruebas de alternancia de tareas. En una época donde la hiperconectividad es la norma y la productividad se ha convertido en una religión secular, necesitamos hablar urgentemente de esta ilusión colectiva.
La pandemia aceleró la digitalización de nuestras vidas de manera vertiginosa. En España, como en el resto de Europa, hemos normalizado estar disponibles constantemente, saltando de una aplicación a otra, mezclando trabajo y vida personal en un cóctel cognitivo que la neurociencia lleva años advirtiendo que es insostenible. En este artículo, vamos a desmontar el mito del multitasking desde la evidencia científica, entender qué le ocurre realmente a nuestro cerebro cuando intentamos hacer varias cosas a la vez, y explorar estrategias concretas para recuperar nuestra capacidad de atención en un mundo que parece conspirar contra ella.
¿Qué es realmente el cerebro multitarea? La gran confusión conceptual
Cuando hablamos de cerebro multitarea, en realidad estamos describiendo un fenómeno que los neurocientíficos denominan task-switching o alternancia de tareas. A diferencia de lo que nos gustaría creer, nuestro cerebro no puede procesar conscientemente dos tareas cognitivas complejas simultáneamente. Lo que hace es saltar rápidamente entre ellas, como un malabarista que mantiene varias pelotas en el aire pero solo puede sostener una a la vez.
La neurociencia de la atención dividida
La corteza prefrontal, esa región del cerebro que nos hace humanos y nos permite planificar, razonar y tomar decisiones complejas, tiene una limitación fundamental: su capacidad de procesamiento es finita. Cuando intentamos alternar entre tareas, especialmente si ambas requieren control ejecutivo, se produce lo que conocemos como switching cost o coste de cambio. Este coste no es trivial: cada vez que cambias de tarea, tu cerebro necesita desactivar el conjunto de reglas cognitivas de la tarea anterior y activar las de la nueva.
Investigaciones recientes han demostrado que estos microintervalos de transición pueden reducir nuestra productividad hasta en un 40%. Imagina una fábrica donde cada vez que cambias de producto tienes que reconfigurar toda la maquinaria. ¿Eficiente? Para nada.
El caso del conductor que escribe mensajes
Uno de los ejemplos más dramáticos y estudiados del fallo del cerebro multitarea es la conducción mientras se usa el móvil. En España, según datos de la DGT, el uso del teléfono móvil está implicado en un porcentaje creciente de accidentes de tráfico. La neurociencia nos explica por qué: aunque creas que puedes hacer ambas cosas, tu atención está parpadeando entre la carretera y la pantalla. Durante esos microsegundos en que tu cerebro cambia de tarea, eres funcionalmente ciego a lo que ocurre en la carretera. Los estudios con simuladores muestran que escribir un mensaje mientras conduces es cognitivamente equivalente a conducir con una tasa de alcoholemia de 0.8 g/l.
Los costes ocultos del multitasking crónico
Desde una perspectiva progresista y humanista, me preocupa especialmente cómo el mito del multitasking se ha convertido en una herramienta de explotación laboral. En el capitalismo tardío, se nos vende la idea de que debemos estar constantemente disponibles, produciendo en múltiples frentes simultáneamente. Pero esta exigencia no solo es neurobiológicamente imposible, sino que tiene costes devastadores para nuestra salud mental y bienestar.
Impacto en la memoria y el aprendizaje
Cuando dividimos nuestra atención, dificultamos la codificación de información en la memoria a largo plazo. Un estudio realizado con estudiantes universitarios demostró que aquellos que intentaban estudiar mientras revisaban redes sociales necesitaban significativamente más tiempo para aprender el mismo material y lo retenían peor en pruebas posteriores. Esto tiene implicaciones enormes para la educación en la era digital.
Hemos observado en consulta cómo jóvenes universitarios reportan dificultades crecientes para concentrarse en lecturas largas o mantener la atención en una clase de 50 minutos sin revisar el móvil. No es un fallo moral ni una debilidad generacional: es el resultado previsible de entrenar nuestro cerebro en la distracción constante.
El precio emocional: estrés y agotamiento
La alternancia constante entre tareas genera un estado de hipervigilancia que activa crónicamente nuestro sistema de respuesta al estrés. Los niveles de cortisol se mantienen elevados, lo que a largo plazo puede contribuir a ansiedad, insomnio y burnout. En España, donde los índices de estrés laboral han aumentado considerablemente desde 2020, esta relación entre multitasking forzado y deterioro de la salud mental merece más atención de la que recibe.
La paradoja de la productividad
Aquí está la ironía cruel: hacemos multitarea porque creemos que nos hace más productivos, pero la evidencia demuestra exactamente lo contrario. Un meta-análisis reciente confirma que el multitasking reduce tanto la calidad como la cantidad del trabajo realizado. Sin embargo, genera una sensación subjetiva de productividad que refuerza el comportamiento. Es como una droga que te hace sentir bien mientras te daña.
¿Existe alguna excepción? El debate sobre el multitasking efectivo
En este punto, necesitamos matizar. No toda combinación de tareas es igualmente problemática. Podemos hacer dos cosas simultáneamente si una de ellas es suficientemente automática y no requiere control ejecutivo consciente. Puedes caminar mientras hablas, o escuchar música mientras cocinas una receta que conoces bien. La clave está en que una de las actividades debe estar tan automatizada que no requiera atención consciente.
La controversia de los «supertaskers»
Existe un debate interesante en la literatura científica sobre la existencia de los llamados supertaskers, un supuesto 2% de la población que parece capaz de realizar multitarea sin costes significativos. Sin embargo, las investigaciones más recientes sugieren que incluso estos individuos experimentan decrementos en el rendimiento, aunque menores que el promedio. Más importante aún: centrarnos en estas excepciones estadísticas sirve para justificar una norma laboral insostenible para el 98% restante.
Desde mi perspectiva, esta controversia ejemplifica cómo la ciencia puede ser instrumentalizada para legitimar estructuras de explotación. Si existe un pequeño porcentaje de personas que «pueden hacerlo», entonces el sistema puede exigirlo de todos, ignorando el daño que causa a la mayoría.
Cómo identificar si eres víctima del multitasking crónico
¿Cómo saber si el cerebro multitarea que crees tener está en realidad minando tu capacidad cognitiva? Aquí van algunas señales de alerta:
- Dificultad para mantener la atención en una única tarea durante más de 10-15 minutos sin sentir el impulso de revisar el móvil o cambiar de actividad.
- Sensación constante de estar ocupado pero poco productivo: terminas el día exhausto pero con la impresión de no haber completado nada significativo.
- Problemas de memoria a corto plazo: olvidas qué estabas haciendo cuando alguien te interrumpe, o no recuerdas conversaciones recientes.
- Dificultad creciente para la lectura profunda: te cuesta concentrarte en textos largos y complejos, tu mente divaga constantemente.
- Ansiedad cuando no puedes revisar notificaciones: sientes incomodidad física si no puedes acceder a tu móvil durante un tiempo.
- Necesidad de consumir múltiples tipos de contenido simultáneamente: ver una serie mientras navegas por redes sociales ya no es una excepción, es la norma.
Estrategias prácticas para recuperar la atención monotarea
La buena noticia es que la neuroplasticidad funciona en ambas direcciones. Si hemos entrenado nuestro cerebro en la distracción, podemos reentrenarlo en la atención. Aquí van estrategias concretas, basadas en evidencia:
Diseño del entorno digital
Elimina notificaciones: Cada notificación es una invitación al cambio de tarea. Desactiva todas las no esenciales. Tu cerebro te lo agradecerá.
Implementa bloques de tiempo monotarea: Usa la técnica Pomodoro modificada: 50 minutos de atención sostenida en una única tarea, seguidos de 10 minutos de descanso real (no revisar el móvil).
Establece rituales de transición: Cuando necesites cambiar de tarea, crea un pequeño ritual que ayude a tu cerebro a realizar el cambio conscientemente. Puede ser tan simple como levantarte, estirarte y decir en voz alta qué vas a hacer a continuación.
Estrategias cognitivas
Practica la monotarea intencionalmente: Elige una actividad diaria (desayunar, ducharte, caminar) y hazla con atención plena, sin móvil ni distracciones. Es entrenamiento cerebral.
Agrupa tareas similares: En lugar de responder correos intermitentemente todo el día, establece 2-3 momentos específicos. Reduce los costes de cambio.
Cultiva la incomodidad del aburrimiento: Parte del problema es que hemos perdido la tolerancia al aburrimiento. Permítete momentos sin estimulación digital. Tu capacidad de atención se regenera en estos espacios.
Cambios estructurales en el trabajo
Desde una perspectiva de izquierdas, es crucial entender que la responsabilidad no es solo individual. Las organizaciones deben crear culturas que respeten los límites cognitivos humanos:
- Establecer expectativas realistas sobre tiempos de respuesta (no, no necesitas contestar un correo en 5 minutos).
- Crear espacios y tiempos libres de interrupciones para trabajo profundo.
- Cuestionar la cultura del presentismo digital y la disponibilidad constante.
- Reconocer que la productividad sostenible requiere respetar los ritmos y límites del cerebro humano.
El futuro de nuestra atención: una reflexión necesaria
Nos encontramos en un momento crucial. La tecnología evoluciona exponencialmente más rápido que nuestra capacidad de adaptación cognitiva. Nuestro cerebro multitarea es fundamentalmente el mismo que el de nuestros ancestros, diseñado para la atención sostenida en tareas de supervivencia, no para gestionar 47 pestañas abiertas mientras participamos en tres conversaciones de WhatsApp.
La pregunta no es si la tecnología seguirá demandando nuestra atención fragmentada (lo hará), sino qué tipo de relación queremos construir con ella. Desde mi posición como psicólogo, pero también como ciudadano comprometido con una sociedad más humana y justa, creo que necesitamos una conversación colectiva sobre el derecho a la atención sostenida, al trabajo profundo, a la desconexión real.
El capitalismo de plataformas se beneficia de nuestra atención fragmentada. Cada interrupción es una oportunidad para capturar tu mirada, venderte algo, extraer datos. Recuperar nuestra capacidad de atención monotarea es, en cierto sentido, un acto de resistencia.
Llamada a la acción
Te invito a hacer un experimento esta semana: elige una tarea importante y dedícale una hora de atención completa, sin interrupciones, sin multitarea. Observa qué ocurre. Probablemente descubrirás que puedes hacer en una hora de atención sostenida lo que normalmente te tomaría tres horas de trabajo fragmentado. Y probablemente también descubrirás lo difícil que resulta mantener esa atención, cuántas veces tu mano busca automáticamente el móvil.
Esa dificultad no es un defecto tuyo. Es el resultado de años de entrenamiento en la distracción. Pero, como hemos visto, el cerebro puede cambiar. La atención sostenida se puede recuperar. Solo necesitamos decidir que vale la pena el esfuerzo.
Porque al final, lo que está en juego no es solo nuestra productividad o nuestro rendimiento laboral. Es nuestra capacidad de pensar profundamente, de conectar genuinamente con otros, de experimentar el mundo con presencia plena. Es, en definitiva, nuestra humanidad.