Adicción a Internet: síntomas y señales de alerta

La adicción a Internet se ha convertido en uno de los grandes desafíos de nuestra era digital. Durante mis más de 15 años como psicólogo especializado en ciberpsicología, he observado cómo este fenómeno ha evolucionado de ser una preocupación periférica a convertirse en un auténtico problema de salud mental reconocido internacionalmente. Y no es para menos: vivimos permanentemente conectados a dispositivos que, más que herramientas, se han transformado en extensiones de nuestro propio ser.

En este artículo profundizaremos en los síntomas de la adicción a internet, analizaremos las señales de alerta que pueden ayudarnos a identificar este trastorno, y exploraremos las estrategias de intervención más efectivas según la evidencia científica actual. ¿Estáis preparados para sumergiros en la cara menos amable de la tecnología que ha revolucionado nuestras vidas?

¿Qué es realmente la adicción a Internet?

Antes de adentrarnos en la sintomatología, conviene aclarar conceptos. La adicción a Internet (AI) o uso problemático de Internet (UPI) se caracteriza por un patrón de comportamiento desadaptativo en relación con las actividades online, que deriva en un deterioro significativo del funcionamiento cotidiano de la persona.

Aunque no figura como trastorno específico en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), el «trastorno por juego en Internet» sí aparece en la sección de condiciones que requieren más investigación, lo que supone un reconocimiento implícito de la problemática.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, incluyó en 2018 el «trastorno por videojuegos» en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), lo que ha supuesto un avance significativo en la legitimación clínica de estas adicciones comportamentales.

«La adicción a Internet no se define simplemente por el tiempo que se pasa online, sino por cómo ese uso interfiere con la vida cotidiana y genera malestar significativo»

Prevalencia: Una epidemia silenciosa

Los datos sobre prevalencia varían considerablemente según la población estudiada, los criterios diagnósticos empleados y la metodología de investigación. Sin embargo, diversos estudios epidemiológicos recientes sitúan la prevalencia global entre el 5% y el 10% de la población general, con tasas significativamente mayores entre adolescentes y adultos jóvenes.

En España, concretamente, un estudio de la Universidad Complutense de Madrid realizado en 2019 encontró que aproximadamente un 6,8% de los adolescentes españoles presentaba patrones compatibles con adicción a Internet, mientras que otro 14,5% mostraba un uso problemático que podría considerarse de riesgo.

Estos porcentajes, que pueden parecer modestos, representan a millones de personas que experimentan dificultades significativas derivadas de su relación con la tecnología. Y lo más preocupante: la tendencia es ascendente, especialmente tras la pandemia de COVID-19, que ha intensificado nuestra dependencia de los entornos digitales.

Síntomas principales de la adicción a Internet

La sintomatología de la adicción a Internet es compleja y multidimensional, abarcando aspectos cognitivos, emocionales, conductuales y fisiológicos. Podemos agrupar los síntomas en diversas categorías para facilitar su comprensión:

1. Síntomas cognitivos

  • Preocupación constante por las actividades online.
  • Pensamientos obsesivos sobre cuándo podrá volver a conectarse.
  • Distorsiones cognitivas sobre la importancia de la actividad online.
  • Dificultades de concentración en tareas que no impliquen tecnología.
  • Racionalización y justificación del tiempo excesivo online.
  • Incapacidad para percibir el alcance real del problema.

La saliencia cognitiva (cuando internet se convierte en la actividad más importante y domina los pensamientos) es uno de los rasgos más característicos. «No puedo parar de pensar en mi partida online» o «Mientras estudio, mi mente vuelve constantemente a lo que estará pasando en las redes» son expresiones típicas de quienes sufren esta adicción.

2. Síntomas emocionales y afectivos

  • Irritabilidad y agitación cuando no puede acceder a Internet.
  • Sensación de vacío, aburrimiento o disforia cuando no está conectado.
  • Ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de no poder conectarse.
  • Cambios bruscos de humor relacionados con la conexión.
  • Euforia o alivio inmediato al iniciar la actividad online.
  • Culpa y vergüenza posterior a sesiones prolongadas.
  • Pérdida de interés en actividades previamente placenteras

Estas alteraciones emocionales configuran un patrón similar al observado en otras adicciones. La disregulación emocional es particularmente notable: muchas personas utilizan Internet como mecanismo de autorregulación o escape ante emociones negativas, lo que refuerza el ciclo adictivo.

3. Síntomas conductuales

  • Incremento progresivo del tiempo online (tolerancia).
  • Intentos fallidos de controlar o reducir el uso.
  • Comportamiento engañoso respecto al tiempo que pasa conectado.
  • Abandono de responsabilidades académicas, laborales o familiares.
  • Continúa usando Internet a pesar de conocer sus consecuencias negativas.
  • Síndrome de abstinencia cuando no puede conectarse.
  • Alteración de los patrones de sueño para permanecer conectado.

El síndrome de abstinencia merece especial atención: la imposibilidad de conectarse puede desencadenar respuestas físicas y psicológicas intensas como temblores, sudoración, ansiedad aguda o incluso ataques de pánico. Este síndrome es uno de los criterios diagnósticos más relevantes en cualquier adicción.

4. Síntomas físicos

  • Migrañas y cefaleas tensionales frecuentes.
  • Sequedad ocular y problemas visuales.
  • Alteraciones del sueño (insomnio, hipersomnia, parasomnias).
  • Dolor y tensión muscular (especialmente cervical y lumbar).
  • Síndrome del túnel carpiano u otras lesiones por movimientos repetitivos.
  • Descuido de la higiene personal y las necesidades físicas básicas.
  • Patrones alimentarios alterados (saltarse comidas o comer frente a la pantalla).

A menudo, estos síntomas físicos son los que finalmente llevan a la persona o sus familiares a buscar ayuda profesional, aunque suelen representar solo «la punta del iceberg» de un problema mucho más complejo.

5. Síntomas sociales y relacionales

  • Deterioro progresivo de las relaciones interpersonales.
  • Aislamiento social creciente.
  • Preferencia por las interacciones virtuales frente a las presenciales.
  • Conflictos familiares relacionados con el uso de Internet.
  • Reducción del círculo social a personas con hábitos similares.
  • Dificultades para mantener conversaciones sin consultar el móvil.

La paradoja de la «hiperconexión-desconexión» resulta especialmente llamativa: personas que mantienen cientos de «amistades» virtuales mientras experimentan una profunda soledad en su vida real. Esta distorsión de la esfera social constituye uno de los síntomas más preocupantes a largo plazo.

Nomofobia smartphone. Imagen: Noticias de Álava

Señales de alerta específicas según el tipo de uso problemático

La adicción a Internet no es un fenómeno homogéneo. De hecho, muchos especialistas prefieren hablar de adicciones a Internet en plural, ya que existen distintas manifestaciones según la actividad predominante:

Adicción a redes sociales

  • Comprobación compulsiva de notificaciones y actualizaciones.
  • Ansiedad por la autorepresentación (obsesión por la imagen proyectada).
  • FOMO (Fear Of Missing Out – miedo a perderse algo).
  • Necesidad constante de validación a través de «likes» y comentarios.
  • Comparación social constante y sentimientos de inadecuación.
  • Exposición excesiva de la vida privada.

Un caso típico: Marta, estudiante de 19 años, comprueba Instagram más de 200 veces al día según su registro de actividad. Siente ansiedad si no puede ver inmediatamente quién ha respondido a sus stories y ha desarrollado rituales específicos para maximizar la atención que reciben sus publicaciones. Ha dejado de asistir a algunas clases para poder gestionar su perfil en «horas punta».

Adicción a videojuegos online

  • Sesiones de juego cada vez más largas e intensas.
  • Priorización del juego sobre necesidades básicas.
  • Inversión económica desproporcionada en contenido del juego.
  • Identificación excesiva con el avatar o personaje.
  • Euforia al lograr objetivos en el juego frente a apatía en logros reales.
  • Jerga específica y cambios en el lenguaje cotidiano.

En este ámbito, el componente social es fundamental. Muchos jugadores desarrollan una identidad digital y un sentido de pertenencia a comunidades virtuales que resulta más gratificante que sus relaciones en el mundo físico.

Adicción al cibersexo y pornografía online

  • Búsqueda de material cada vez más extremo o novedoso (tolerancia).
  • Interferencia con la sexualidad en pareja.
  • Secretismo y ocultación extremos.
  • Sentimientos intensos de vergüenza y culpa.
  • Disfunciones sexuales relacionadas con la sobreestimulación.
  • Distorsión de expectativas sobre las relaciones íntimas.

La accesibilidad, anonimato y asequibilidad (las «tres A») hacen que esta forma de adicción sea particularmente problemática y difícil de abordar terapéuticamente.

Adicción a compras online

  • Compras impulsivas y frecuentes sin necesidad real.
  • Seguimiento obsesivo de ofertas y descuentos.
  • Acumulación de productos sin utilizar.
  • Euforia durante la compra seguida de culpabilidad.
  • Ocultación de gastos a familiares.
  • Problemas financieros derivados del consumo excesivo.

El ciclo de recompensa inmediata que ofrecen las compras online, combinado con la facilidad de acceso y la gamificación de muchas plataformas comerciales, crea un patrón adictivo particularmente insidioso.

Adicción a la información (FOMO informativo)

  • Necesidad compulsiva de estar informado.
  • Ansiedad ante la posibilidad de perderse noticias.
  • Dificultad para discriminar fuentes fiables.
  • Rumiación sobre noticias negativas.
  • Hipervigilancia informativa.
  • Teorías conspirativas y catastrofismo.

Esta modalidad, intensificada durante eventos como la pandemia, se caracteriza por una búsqueda incesante de información que, paradójicamente, aumenta la ansiedad en lugar de reducirla.

Grupos de mayor riesgo: ¿Quién es más vulnerable?

Aunque la adicción a Internet puede afectar a personas de cualquier edad, género o condición socioeconómica, existen ciertos factores y poblaciones que presentan una vulnerabilidad incrementada:

Factores de riesgo individuales

  • Rasgos de personalidad: impulsividad, búsqueda de sensaciones, baja autoestima.
  • Comorbilidades psiquiátricas: depresión, ansiedad social, TDAH, trastorno bipolar.
  • Dificultades de regulación emocional.
  • Baja tolerancia al aburrimiento o la frustración.
  • Déficit en habilidades sociales presenciales.
  • Historia previa de otras adicciones (sustancias o comportamentales).

Poblaciones especialmente vulnerables

  • Adolescentes y adultos jóvenes (15-25 años): período crítico del desarrollo.
  • Personas con movilidad reducida o aislamiento geográfico.
  • Individuos con dificultades de integración social.
  • Profesionales con alta exposición a entornos digitales.
  • Personas en situación de desempleo o con tiempo no estructurado.
  • Estudiantes desplazados o en situación de soledad.

Factores familiares y sociales

  • Estilos parentales extremos (muy permisivos o muy autoritarios).
  • Modelos familiares de uso problemático de tecnología.
  • Falta de supervisión del uso tecnológico en edades tempranas.
  • Presión social para estar constantemente disponible online.
  • Normalización cultural del uso excesivo de tecnología.

Como apunta el Dr. David Greenfield, director del Centro para las Adicciones a Internet y Tecnología: «No es la tecnología en sí misma la que crea adicción, sino la relación que establecemos con ella en un contexto de vulnerabilidad psicológica preexistente».

Uso problemático de Internet. Imagen: Onda Cero

Mecanismos neurobiológicos: ¿Por qué Internet puede ser adictivo?

Para comprender verdaderamente los síntomas de la adicción a internet, resulta fundamental analizar los mecanismos neurobiológicos subyacentes. La evidencia científica actual sugiere que esta adicción comportamental activa los mismos circuitos de recompensa que las adicciones a sustancias:

  • Sistema dopaminérgico mesolímbico: El uso de Internet, especialmente actividades con recompensas variables e impredecibles (como las redes sociales o los videojuegos), provoca liberación de dopamina en el núcleo accumbens, generando sensaciones placenteras que refuerzan la conducta.
  • Alteraciones en la corteza prefrontal: Estudios de neuroimagen muestran cambios en las áreas cerebrales responsables del control de impulsos, toma de decisiones y regulación emocional, similares a los observados en otras adicciones.
  • Respuesta al estrés: La hiperactivación del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal ante la imposibilidad de conectarse explica parte de los síntomas de abstinencia.
  • Alteraciones en el sistema circadiano: La exposición a luz azul y la activación cognitiva interfieren con la producción de melatonina, contribuyendo a los trastornos del sueño asociados.

Un aspecto especialmente relevante es el de los sistemas de recompensa variable. Las aplicaciones y plataformas digitales están diseñadas siguiendo principios de condicionamiento operante con programas de reforzamiento de intervalo variable, maximizando la respuesta y dificultando la extinción de la conducta. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué resulta tan difícil dejar de comprobar notificaciones o actualizar el feed de noticias? La respuesta está en nuestra neurobiología y en cómo la tecnología está diseñada para explotarla.

Diagnóstico diferencial: Cuando no todo es adicción

Es crucial distinguir la verdadera adicción a Internet de otros patrones de uso intensivo pero no necesariamente patológicos. El diagnóstico diferencial debe considerar:

Uso profesional intensivo vs. Adicción

Muchas profesiones actuales requieren una presencia online prolongada. La diferencia clave está en la capacidad de desconexión voluntaria y la ausencia de malestar significativo cuando no se está conectado.

Interés pasajero vs. Patrón adictivo

Ante el lanzamiento de nuevos juegos, series o tendencias, es normal un periodo inicial de uso intensivo que luego se normaliza. La adicción implica un patrón sostenido en el tiempo que tiende a agravarse, no a remitir espontáneamente.

Uso compensatorio transitorio

En periodos de aislamiento (como durante la pandemia) o dificultades vitales, Internet puede convertirse temporalmente en un recurso adaptativo. La clave diagnóstica es si este patrón persiste cuando las circunstancias adversas desaparecen.

Comorbilidades psiquiátricas

Muchos síntomas atribuidos a la adicción a Internet pueden ser manifestaciones de trastornos subyacentes como:

  • Trastorno depresivo (donde el aislamiento y uso de Internet es consecuencia, no causa).
  • Fobia social (donde Internet es un medio de evitación).
  • TDAH (donde la estimulación constante de Internet compensa déficits atencionales).
  • Trastorno bipolar (donde el uso excesivo puede ser parte de la sintomatología maníaca).

Como señala la Dra. Kimberly Young, pionera en el estudio de esta patología: «No diagnosticamos adicción basándonos solo en las horas de uso, sino en cómo ese uso afecta al funcionamiento psicosocial general de la persona».

Evaluación clínica: Detectando la adicción a Internet

La evaluación clínica rigurosa de la adicción a internet debe ser multidimensional e incluir:

Instrumentos de evaluación validados

Diversos cuestionarios han demostrado propiedades psicométricas adecuadas para la detección:

  • Internet Addiction Test (IAT) de Young: La escala más utilizada internacionalmente, con 20 ítems que evalúan diferentes aspectos del uso problemático.
  • Cuestionario de Experiencias Relacionadas con Internet (CERI): Desarrollado en España por Beranuy y colaboradores, evalúa conflictos intrapersonales e interpersonales relacionados con el uso de Internet.
  • Escala de Adicción a Internet de Bergen (BSMAS): Especialmente útil para evaluar la adicción a redes sociales.
  • Test de Dependencia de Videojuegos (TDV): Para la evaluación específica de la adicción a videojuegos.

Evaluación clínica integral

Junto a los cuestionarios, una evaluación completa debe incluir:

  • Entrevista clínica estructurada que explore:
    • Historia y evolución del uso de Internet.
    • Actividades específicas online.
    • Intentos previos de control.
    • Consecuencias en diferentes áreas vitales.
  • Diarios de uso con registro de:
    • Tiempo diario/semanal de conexión.
    • Actividades realizadas online.
    • Estado emocional antes y después del uso.
    • Pensamientos asociados.
  • Evaluación psicopatológica general para detectar comorbilidades.
  • Evaluación familiar y social del impacto del problema.

Consecuencias a medio y largo plazo de la adicción a Internet

Las repercusiones de un uso adictivo de Internet son múltiples y afectan prácticamente todas las esferas vitales:

Consecuencias físicas

  • Síndrome visual informático: sequedad ocular, fatiga visual, visión borrosa.
  • Trastornos musculoesqueléticos: cervicalgia, lumbalgia, síndrome del túnel carpiano.
  • Alteraciones del sueño: insomnio, hipersomnia, alteración de ritmos circadianos.
  • Sedentarismo y problemas asociados: obesidad, problemas cardiovasculares.
  • Cefaleas tensionales recurrentes

Consecuencias psicológicas

  • Deterioro cognitivo: problemas de atención sostenida, memoria de trabajo y funciones ejecutivas.
  • Alteraciones del estado de ánimo: síntomas depresivos, anhedonia.
  • Aumento de ansiedad general y específica.
  • Empobrecimiento de habilidades de afrontamiento.
  • Distorsiones en la percepción temporal.
  • Alteraciones de la imagen corporal y autoconcepto.

Consecuencias sociales y relacionales

  • Aislamiento social progresivo.
  • Deterioro de relaciones familiares.
  • Problemas de pareja relacionados con la desatención o celos digitales.
  • Reducción de habilidades de comunicación presencial.
  • Dificultades para la intimidad emocional.

Consecuencias académicas y laborales

  • Descenso en el rendimiento académico o laboral.
  • Absentismo (físico o presencial pero con desconexión mental).
  • Pérdida de oportunidades de desarrollo profesional.
  • Conflictos con superiores o compañeros.
  • Procrastinación crónica.

Un estudio longitudinal realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona durante cinco años encontró que los estudiantes universitarios con patrones adictivos de uso de Internet tenían un 45% más de probabilidades de abandonar sus estudios y un 63% menos de probabilidades de encontrar empleo relacionado con su formación al finalizar la carrera.

Intervención y tratamiento: Abordando la adicción a Internet

El tratamiento de la adicción a internet debe ser integral y personalizado, considerando el tipo específico de uso problemático y las características individuales del paciente. Las aproximaciones terapéuticas con mayor evidencia empírica incluyen:

Enfoques psicoterapéuticos

  • Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Ha demostrado la mayor eficacia, con tasas de éxito entre el 70-80% en estudios controlados. Se centra en:
    • Identificación de pensamientos distorsionados sobre Internet.
    • Reestructuración cognitiva.
    • Técnicas de control de estímulos.
    • Exposición gradual a situaciones temidas sin Internet.
    • Entrenamiento en prevención de recaídas.
  • Entrevista Motivacional: Especialmente útil en casos con baja conciencia de problema, ayuda a:
    • Explorar la ambivalencia frente al cambio.
    • Aumentar la motivación intrínseca.
    • Trabajar las resistencias.
  • Terapia familiar sistémica: Fundamental cuando existen dinámicas familiares que mantienen el problema, abordando:
    • Patrones de comunicación disfuncionales.
    • Límites y normas respecto al uso tecnológico.
    • Actividades familiares alternativas.
  • Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Particularmente útil para:
    • Trabajar la evitación experiencial a través de Internet.
    • Clarificar valores personales.
    • Desarrollar flexibilidad psicológica.

Intervenciones psicosociales

  • Grupos de apoyo: tanto presenciales como online.
  • Programas de rehabilitación de habilidades sociales.
  • Actividades estructuradas alternativas.
  • Mentoría digital con uso supervisado.

Abordaje farmacológico

La evidencia sobre tratamientos farmacológicos específicos es limitada, pero pueden considerarse en casos graves o con comorbilidades significativas:

  • Antidepresivos ISRS: para síntomas comórbidos de depresión o ansiedad.
  • Estabilizadores del ánimo: en casos con impulsividad severa.
  • Antagonistas opiáceos (naltrexona): utilizados experimentalmente para reducir el refuerzo asociado al uso de Internet.

«El objetivo terapéutico no suele ser la abstinencia total de Internet, sino el reaprendizaje de un uso controlado y funcional. A diferencia de otras adicciones, buscamos la ‘sobriedad digital’, no la eliminación completa del estímulo.»

Dependencia a las redes sociales y adicción a Internet (síntomas).
Dependencia a las redes sociales y adicción a Internet (síntomas).

Estrategias de prevención: Frenando la epidemia digital

La prevención de la adicción a internet debe abordarse desde múltiples niveles:

Prevención primaria (antes de que aparezca el problema)

  • Educación mediática desde edades tempranas.
  • Establecimiento de hábitos saludables de uso tecnológico.
  • Promoción de actividades offline gratificantes.
  • Alfabetización emocional como factor protector.

Prevención secundaria (detección precoz)

  • Programas de cribado en entornos educativos y sanitarios.
  • Formación a profesionales de primera línea (docentes, pediatras).
  • Sensibilización a padres sobre señales de alarma.

Prevención terciaria (reducción de daños)

  • Programas de uso responsable para personas ya afectadas.
  • Tecnologías de autocontrol (aplicaciones que limitan tiempo de uso).
  • Desintoxicación digital gradual.

Un enfoque preventivo particularmente prometedor es el modelo de equilibrio digital, que no demoniza la tecnología sino que promueve un balance saludable entre actividades online y offline, desarrollando lo que algunos autores denominan «dieta digital equilibrada».

Perspectivas futuras: ¿Hacia dónde vamos?

El panorama de la adicción a internet está en constante evolución, planteando nuevos desafíos:

Tendencias emergentes

  • Realidad virtual y aumentada: con potencial adictivo incrementado por la inmersión sensorial.
  • Metaverso: difuminando aún más los límites entre realidad física y digital.
  • Interfaces cerebro-ordenador: planteando nuevos dilemas sobre la integración tecnológica.
  • IA conversacional: creando vínculos afectivos con entidades no humanas.

Desafíos para la investigación

  • Necesidad de criterios diagnósticos unificados.
  • Desarrollo de biomarcadores para objetivar la adicción.
  • Estudios longitudinales sobre consecuencias a largo plazo.
  • Evaluación de la efectividad de diferentes aproximaciones terapéuticas.

Como sociedad, nos encontramos en una encrucijada donde debemos aprovechar los beneficios indudables de la revolución digital sin sucumbir a sus riesgos. En palabras del filósofo tecnológico Nicholas Carr: «No es la tecnología la que nos determinará, sino las decisiones que tomemos sobre cómo integrarla en nuestras vidas».

Desintoxicación digital. Imagen: Anahuac

Conclusiones: Una visión equilibrada

La adicción a internet representa uno de los desafíos más significativos para la salud mental en el siglo XXI. Sus síntomas, que abarcan dimensiones cognitivas, emocionales, conductuales y físicas, pueden resultar devastadores para quienes los padecen y sus entornos cercanos.

Sin embargo, lejos de adoptar posturas tecnofóbicas, la ciencia nos invita a una aproximación matizada: Internet no es inherentemente adictivo para todos, pero determinadas combinaciones de vulnerabilidad individual, diseño tecnológico y contexto social pueden crear la «tormenta perfecta» para el desarrollo de patrones adictivos.

El reconocimiento temprano de los síntomas de adicción a internet es crucial para una intervención eficaz. Padres, educadores, profesionales sanitarios y los propios usuarios debemos desarrollar una mayor conciencia sobre las señales de alarma y los recursos disponibles para abordar esta problemática.

Como profesional que ha acompañado a numerosas personas en su recuperación de la adicción tecnológica, puedo afirmar que el pronóstico es favorable cuando el problema se aborda adecuadamente. El objetivo no es renunciar a las ventajas innegables que la tecnología aporta a nuestras vidas, sino desarrollar una relación consciente y equilibrada con el mundo digital, donde seamos nosotros quienes controlemos la tecnología y no al revés.

Como señala la psicoterapeuta Sherry Turkle en su libro «En defensa de la conversación»: «No se trata de abandonar la tecnología, sino de situarla en su lugar adecuado: como herramienta a nuestro servicio, no como dueña de nuestra atención y tiempo».

Afrontar la adicción a internet requiere un esfuerzo coordinado de individuos, familias, educadores, profesionales sanitarios, desarrolladores tecnológicos y responsables políticos. Solo desde esta perspectiva integradora podremos aspirar a una sociedad digitalmente saludable.

Y recuerda, si te preocupa tu relación con la tecnología o la de alguien cercano, el primer paso es buscar ayuda profesional. La adicción a internet es un problema real que responde favorablemente al tratamiento adecuado. Como en tantos ámbitos de la salud mental, reconocer el problema es ya comenzar a resolverlo.

Signos de alerta que no debes ignorar

Para finalizar, quisiera destacar algunos signos de alarma que deberían motivarnos a buscar ayuda profesional:

  • Pérdida de control recurrente sobre el tiempo que pasas conectado.
  • Interferencia significativa en tu vida cotidiana (trabajo, estudios, relaciones).
  • Síntomas de abstinencia cuando no puedes conectarte.
  • Necesidad de incrementar el tiempo online para obtener la misma satisfacción.
  • Mentiras habituales sobre tu actividad digital.
  • Uso de internet como vía de escape principal ante problemas o emociones negativas.

Si te identificas con varios de estos puntos, quizás sea momento de plantearte: ¿está Internet controlando tu vida más de lo que tú controlas Internet?

La respuesta a esta pregunta puede ser el comienzo de un camino hacia una relación más saludable con la tecnología, donde esta vuelva a ser lo que debería ser: una herramienta a nuestro servicio, no nuestra dueña.

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